Una de las preocupaciones más frecuentes en mis pacientes es la sensación de hambre durante todo el día. Esto no es normal que suceda. El origen es el hambre emocional, un tema del que hemos hablado antes.
Es normal que dos o tres veces al día exista hambre como tal (hambre real) y que se sientan los crujidos en el estómago, así como la necesidad de comer.
Sin embargo, cuando consumen todos los grupos de alimentos, adaptados a sus requerimientos de todos los macronutrientes: proteínas, carbohidratos y grasas, esa hambre se calma.
Pero cuando aparecen los deseos de comer todo el día (sobre todo alimentos dulces), es hambre emocional.
Para calmarla es necesario enfocarse en las emociones. Identificar qué es lo que nos angustia y si podemos modificar o no el problema. Si no podemos hacerlo, toca cambiar algo de nosotros y adaptarnos, además de aceptar lo que pasa para que esa necesidad de alimentos todo el día pueda cesar.
Creo que también es muy importante no anticiparse a la causa porque eso lleva a la angustia y de nada nos sirve estar todo el día pensando en qué podría pasar porque, a ciencia cierta, nadie tiene una bola de cristal que ayude a predecir el futuro.
Así que anticiparse es tiempo perdido y es una pérdida también de energía tremenda.
Cuando nos veamos dando vueltas en un pensamiento de este tipo, necesariamente tenemos que buscar la manera de apartarlo de nuestra mente.
Ese estado de ansiedad y preocupación o angustia puede tener incidencia en el apetito porque el cuerpo busca la manera de regularse y segregar algunos neurotransmisores que generan placer, como la dopamina, y hacen que esa ansiedad se calme por un corto período de tiempo al comer alimentos poco saludables como los dulces, pero es algo pasajero.
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Ariana Araujo Tovar
Nutricionista y creadora del Método COMA