Muchas personas preguntan qué harina, “leche” o aceite es mejor, pero no dejan de comprar granolas, cereales, aderezos y salsas comerciales, refrescos, jugos, la galleta y la tortica… puros alimentos ultraprocesados que no son ricos en nutrientes, como los alimentos reales.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud los alimentos ultraprocesados son formulaciones industriales principalmente a base de sustancias extraídas o derivadas de alimentos, además de aditivos y cosméticos que dan color, sabor o textura para intentar imitar a los alimentos. Estos productos están nutricionalmente desequilibrados. Tienen un elevado contenido en azúcares libres, grasa total, grasas saturadas y sodio, y un bajo contenido en proteína, fibra alimentaria, minerales y vitaminas, en comparación con los productos, platos y comidas sin procesar o mínimamente procesados.
Su consumo ha ido en aumento. Según un informe de la OPS, las ventas de alimentos y bebidas ultraprocesados crecieron en 8,3% de 2009 a 2014, el último año para el que se contaba con datos, y prevé que aumentaron otro 9,2% en 2019.
Lo natural siempre va a ser mejor no solo para nuestro peso sino para nuestro cuerpo. Por eso le recuerdo a mis pacientes en consulta que más allá de comer bien, la cuestión está en dejar de comer mal.
Y eso no solo aplica para la elección de alimentos en el supermercado también es útil a la hora de escoger el tipo de comida que el cuerpo pide.
Por ejemplo, cuando yo termino de comer pero quedo con «demasiadas ganas de algo dulce», a veces me sirvo un poco más de comida y que tenga carbohidratos porque lo que siento es que como no le di a mi organismo la cantidad total de ese nutriente, él quiere obtener energía rápida y lo que pide es azúcar.
Cuando después de comer experimento así como el estómago revuelto o pesado, paro de comer porque mi cuerpo evidentemente me está diciendo que ya no quiere más nada, que está full. Así que aunque tenga comida en el plato, paro de comer.
A veces también me pasa que aunque sea el primer bocado, mi cuerpo lo rechaza, aunque tenga hambre, es como que no me pasa. Probablemente es que mi cuerpo no lo tolera porque soy sensible a él y puede ser incluso algo que me encante o alimentos que haya comido todo el tiempo. En esos casos, cambio lo que estoy comiendo porque en el plato pongo varios alimentos, no uno solo. Si probé ese y tuve esa reacción, paro ese alimento y paso al resto; como primero todos esos otros y trato de nuevo de comer ese alimento que rechacé inicialmente y si veo que la reacción sigue siendo la misma, desisto de comerlo. Y ojo, esto no está descrito en ninguna literatura, es una manera de escuchar al cuerpo y cada quien lo puede experimentar de una manera diferente.
A veces cuando quieres seguir comiendo y comiendo, puede ayudar tomar un vaso de agua porque resulta que lo que tienes es sed y no hambre. De los alimentos también obtenemos líquidos y si hay sed, el cuerpo te dirá que sigas comiendo más porque necesita agua. Ese vaso de agua no tienes por qué tomarlo en una sola sentada, puede ser en pequeños sorbos. Si no puedes interpretar lo que dice tu cuerpo, acude a una consulta con un especialista.
Si necesitas orientación nutricional para saber cómo elegirlos alimentos, cómo manejar tu plan de alimentación y aprender a diferenciar qué es lo que pide el cuerpo, en Método Coma podemos asesorarte. Solo envía un correo a metodocoma@gmail.com
Ariana Araujo Tovar
Nutricionista y creadora del Método COMA